El viento nos ha traído un rumor según el cual diversos miembros de la llamada «aristocracia obrera» no tienen nada mejor que afirmar y propagar que nuestro Colectivo de Trabajadores constituye un sindicato amarillo. Por eso creemos oportuno recordar algunas de las características que definen el llamado sindicalismo amarillo:
Estructura vertical. Un grupo reducido de militantes retiene todos los resortes de poder de la organización. No existe ningún control desde la base sobre lo que hace o deshace el aparato. La asamblea es inexistente o prácticamente testimonial.
Opacidad. La información sobre que ocurre, se negocia o puede afectar al conjunto de los trabajadores fluye con contagotas. No existe transparencia alguna sobre los procesos de negociación entre la cúpula sindical y la patronal.
Pactismo incondicional. Su orientación es buscar siempre el acuerdo con la empresa, con independencia de los mejores o peores contenidos de cada acuerdo en concreto. Su práctica sindical se reduce únicamente a la negociación institucionalizada, y es incapaz de contemplar otros escenarios que impliquen la movilización y la extensión del conflicto en la calle.
Ausencia de un planteamiento global de clase. Una práctica sindical tendente a representar exclusivamente a un fragmento muy concreto de la plantilla en detrimento del resto de los trabajadores, con olvido de que todos y todas somos la misma clase.