Antigüedad: Denunciar el convenio o como pegarse un tiro en el pie.

En 2018 con grandes esfuerzos se consiguió que se planteara un conflicto colectivo para que todos los trabajadores cobraran el complemento del 60% de antigüedad. Lo que supone una cantidad importante de dinero que se ha dejado de cobrar, desde 2017 que se puede reclamar, hasta ahora. Hablamos de aproximadamente 1 millón de euros en atrasos para 200 compañeros que presumiblemente debían de cobrarlo, a la espera de resolución judicial.
Sirva como indicador que EMULSA por un lado, apeló al Tribunal Supremo para no abonarlo y, por otro, reservó de su presupuesto de 2018 medio millón de euros por si tenía que pagarlo finalmente.

El pasado 25 de febrero de 2020, varias secciones sindicales con representación en el Comité deciden denunciar el convenio colectivo sin esperar a la decisión del Tribunal Supremo que debía admitir o no a trámite el recurso de EMULSA.
El 14 de marzo comienza el estado de alarma por la Covid19 y se abre una situación de gran preocupación y crisis sanitaria, social y económica.

Actualmente, la empresa que es muy cuca y es conocedora de la posición de debilidad de dichos sindicatos que denunciaron el convenio y por extensión del resto del Comité, ya que aún está en el aire la ansiada decisión judicial y además nos envuelve toda la incertidumbre de la pandemia, oferta prorrogar un convenio nada favorable para los trabajadores (que finalizó en 2019) y bajar el porcentaje del complemento de antigüedad, del 60 al 40%

¿Dónde quedó aquella ventaja histórica cuando el TSJA emitía sentencia favorable para que todos los trabajadores pudieran cobrar el 60% por su antigüedad? Estamos hablando de un aumento progresivo del sueldo de hasta un 60% en 30 años. Un sueldo digno y bien encarrilado en los tribunales después de un periplo de gestiones y presiones de muchos de nosotros.

Cómo no haber esperado si el recurso se admitía o no a trámite y en función de esa circunstancia negociar un nuevo y mejor convenio para todas y todos.

Ya sabemos que las empresas prefieren ahorrar en salarios, para que esto no ocurra los representantes de los trabajadores, tendrían que ser buenos negociadores, además de sagaces y honestos.